domingo, 18 de diciembre de 2016

Princesa convertida en rana


Racismo visto con ácido humor

El dramaturgo neolonés Mario Cantú Toscano recurrió al humor negro en una trama bien lograda para hurgar con hierro candente en el racismo del México actual. Con su obra “La pinche india” este escritor hace brotar la pus del tejido social infectado por la discriminación y los prejuicios que, según plantea, hay en todos los sectores de la población.

Este montaje teatral expone que basta levantar la venda para ver la llaga agusanada de la exclusión que practicamos todos. Para el autor es falso que la segregación provenga sólo de gente adinerada o aquella con presume linaje, es arrogante, tiene piel lechosa y criterio desviado. 


Afirma que también entre la población indígena, la víctima de ese desprecio, hay quienes, flagelados por el racismo, buscan salirse del grupo, rehúsan continuar cargando esa identificación de inferioridad que los hace blanco de abusos y delitos por parte de quienes se consideran ocupantes  privilegiados de posición superior.

Esa dramaturgia cruzó el territorio nacional y llegó a Mérida gracias a la producción de la compañía "Teatro hacia el margen", bajo la conducción del actor y profesor Pablo Herrero, quien además de dirigir esta obra también es parte del elenco de la misma.

En una temporada que terminó el jueves pasado este grupo  ofreció diez funciones en distintas sedes. Planean reanudarlas en 2017.

Socorro Loeza
La trama de “La pinche india” es una metamorfosis kafkiana que ocurre dentro de la sociedad adinerada de México: una frívola joven en ascenso empresarial -y con boda próxima para unir a dos abolengos- se despierta de pronto en el cuerpo de una indígena.  Su piel, ojos, cabello y facciones corresponden a los de la raza de bronce. Su galaxia queda de cabeza y sufre discriminación incluso por parte de amigos y familiares.

En ese marco el autor de la obra expone otras luctuosas historias en cada uno de los demás personajes que hay en la vida de Gigi, la desgraciada muchacha que jamás recuperó sus ojos azules y termina apartada de la seda social en la que se crió. Ahora busca la reivindicación de las etnias, lo hace por la vía armada.

Soco, con Teo Flores
En la escena desfilan cinco personajes más. El primero de ellos es su pretendiente, un junior drogadicto y consentido, carente de responsabilidad y valores. El segundo es el padre de la joven, un empresario sumido en el materialismo y que se avergüenza de ser mexicano, de modo que interna a su hija en un hospital de Houston con la esperanza de que una cirugía transforme a la rana en princesa.
En tercer lugar está la madre, hipócrita esposa que prefiere guardar las apariencias y evitar las lenguas afiladas de su núcleo social aunque su hogar se desmorone.
Los otros dos personajes son la amiga de Gigi, una superficial millonaria que revela su lesbianismo, y un teporocho, quien también es indígena pero rehuye de esta condición porque se avergüenza de ello, incluso mucho más que de su alcoholismo, al cual llegó por una tragedia sentimental.

Pablo Herrero y Xhaíl Espadas
En esa sopa espesada con humor cáustico hay planteamientos sobre la fisonomía, el color, la posición económica, el apellido, el atuendo, la riqueza, el ascenso social, el indigenismo, la izquierda mexicana y otros temas más, para finalmente concluir que en México hay racismo y este debe ser combatido.

La obra consta de siete escenas planteadas en una secuencia temporal y lineal. El grupo teatral logró una solución creativa al reto de presentar con pocos recursos las distintas escenografías exigidas por el montaje.

Marisol Ochoa
El papel central (Gigi) recayó en Socorro Loeza  Flores, actriz, escritora teatral y promotora de la cultura maya que destaca también por sus elogiados esfuerzos de impulso al teatro en el interior del estado, en particular Tecoh, su municipio natal, así como por sus acciones para preservar las tradiciones prehispánicas y la valoración de la lengua indígena. Es un trabajo que incluso ella llevó al interior del país y al extranjero.

Nos parece que Soco Loeza pudo conseguir mayores resultado actorales en este papel que se le asignó.

En los papeles de padre y madre estuvieron Pablo Herrero y Xhaíl Espadas, ambos profesores de teatro. Son actores que no requieren estar mucho tiempo en escena para robarse al público, les sobra experiencia para ello.

Carlos Tenoch Molina
El novio es Teo Flores, fundador del grupo Títere Planet. Es un artista con visible empeño por ascender en las tablas, lo cual está logrando con su sensibilidad y esfuerzo.

También hubo buen trabajo de Carlos Tenoch Molina (el beodo), quien logró salir bien en el papel dramático que le asignaron. A este joven actor ya lo vimos en otro papel, en la obra Ubú Rey.

A  su vez, Marisol Ochoa mostró buenos recursos actorales en su desafío de representar a la amiga de Gigi.

Los aplausos cosechados por este grupo teatral seguramente aumentarán si en 2017 concreta su proyecto de realizar nuevas presentaciones de esta obra que aborda con agudo temperamento una grave enfermedad social.  (Hansel Vargas Aguilar).

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