viernes, 27 de junio de 2014

Denuncia de una tragedia impune







De un hecho real se elaboró aplaudida obra teatral cuyas últimas funciones son hoy y mañana. 



¡Corran a verla, no se la pierdan! Este es la recomendación que hacen todos después de ver El Eclipse, la más reciente obra producida por el talento creativo de Conchi León, actriz, dramaturga y directora teatral.


Esta señora de las tablas nos sorprende ahora con un teatro que rebosa poesía, tragedia y símbolos, combinados con originales recursos escénicos para capturar al espectador, retenerlo con la trama y no soltarlo sino hasta que los aplausos rematan la actuación de los seis actores en escena y premian el trabajo estético y literario de su autora.

El Eclipse tiene varios elementos que lo hacen singular. Es un análisis de arraigadas creencias de la población rural derivadas de la ignorancia y la superstición. También es un bien logrado ejercicio de recurrir al teatro para hacer denuncias.

Otro aspecto más es que el lirismo de varios pasajes de esta presentación y la fatalidad que cae sobre los personajes generan un descarnado choque que impresiona al público, advertido antes del comienzo de la función sobre la desdichada historia verídica en la que se basó Conchi León para escribir esta obra.

Otro factor más a su favor es el exitoso manejo de las posibilidades teatrales que tiene la obra. Las alegorías y los signos apuntalan la dramaturgia.


Todo lo anterior sería un andamiaje inseguro sin el elenco que se esfuerza por regalar buenas actuaciones. Es interesante ver a Raúl Niño despojado de su popular personaje de teatro regional Salma Salomé y asumir ahora un trabajo dramático. Andrea Herrera realiza una convincente representación de un anciano h’men (brujo). Gozamos a la experimentada Laura Zubieta, compañera de Conchi León en otras peligrosas aventuras teatrales de esta, y  saludamos el responsable trabajo de Miguel Flota, actor frecuente en proyectos de calidad.

Además constatamos los méritos qué le valieron a Oswaldo Ferrer ser becario del Programa de Creadores Escénicos del Fonca-Conaculta, y nos sorprendió gratamente el desempeño que tuvo la joven actriz Verónica Castillo.

El eslabón que cierra toda la cadena anterior es el timón de Conchi León y su precioso trabajo literario en este proyecto.


Esa obra está inspirada en un hecho real, el impune asesinato de un bebé porque el curandero del pueblo predijo que estaba endemoniado y debía ser sacrificado cuando naciera. Conchi León tomó esa tragedia para armar otra semejante con un final distinto.

En este caso un eclipse, el fin del calendario maya, malas cosechas, copiosos temporales y otros elementos naturales son traducidos en la superstición como enojo de los dioses que sólo pueden ser calmado con el sacrificio de un guerrero. Una madre ignorante, influenciada por el h’men, una hija rebelde con un embarazo no deseado, una defeña radicada en Yucatán y tres hombres de pueblo marcados también por costumbres y creencias populares se mezclan en una historia que entrelaza elementos prehispánicos y contemporáneos.    


Debido a eso último, antes de la función se prepara al público, mediante ingenioso recurso, sobre el significado de palabras mayas usadas en los diálogos. Para disfrutar esta propuesta escénica el espectador debe concentrarse, estar atento a los textos y la simbología. La obra cierra con un mensaje, una invitación a la reflexión. 


Lamentablemente sólo quedan dos presentaciones más de El Eclipse, con clasificación para adultos. Una de ellas es este sábado a las 8 de la noche y la otra mañana domingo a las 7. Ambas en la Casa de la Cultura del Mayab (Casa de las Artesanías). 

Por lo tanto, si desea verla y hacerse una opinión propia al respecto entonces acuda a presenciarla. Los boletos son a $80 y $50. (Mérida Cultura).

viernes, 20 de junio de 2014

El nacimiento de seis actores y dos actrices



 

Con una obra teatral seis muchachos dejan la universidad y comienzan sus carreras en las tablas.


En Yucatán han nacido ocho nuevos actores. Los vimos surgir en el comienzo de las presentaciones de la obra “Gente de Razón”, una singular forma de plantear ideas sobre cómo habrían sido las dos visiones –la españoles e indígenas que se dieron sobre la conquista de esta tierra hace 500 años.


Esos intérpretes son todos jóvenes que terminan su licenciatura en la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY). Su participación en ese proyecto escénico es su examen final, su graduación. Con calificaciones satisfactorias concluyen sus estudios y comienzan, con buen pie, sus carreras en las tablas.

En esta ocasión además de hablar de esa obra, escrita especialmente para ellos por el dramaturgo, actor y director teatral José Ramón Enríquez, se justifica resaltar el trabajo de estos universitarios, los cuales consiguieron caracterizaciones aceptables de sus personajes y una actuación firme, convincente en la mayoría de los casos.

Marcos Gan y Genaro Payró abren esa obra, el primero de ellos en el papel del indígena  Tenamaztle y el segundo en las botas del cruel Pedro de Alvarado. Los dos representan el antagonismo entre dos culturas, dos formas de ver el mundo, de concebir la vida. En la lucha por conquistar y evitar ser conquistado hay triunfos y derrotas en cada bando.

Después toman la escena Erick Silva (un alto, desgarbado e infiel reportero) y Lucía Rojas Aquiles (una fotógrafa, pareja del primero, al cual domina y perdona sus traiciones amorosas).

Se agrega posteriormente Efraín Vaaz, en un adecuado papel de fray Felipe Xiu, un fraile dominico de origen indígena al cual recriminan haber dado la espalda a su raza y unirse al opresor. Pero este se defiende exponiendo los argumentos de su fe, señalando las acciones positivas de esa congregación a favor de las etnias locales pero también reconociendo errores en ese trabajo.
Se le unen Casandra González Medina, interpretando a Maruca Enríquez de Lara,  una ambiciosa y superflua dama que recurre a su escendencia real para considerarse con atributos para implantar otra vez la monarquía en México, con ella a la cabeza. Por su parte, Liliana He Sant da vida a la rebelde indígena Tecuixpo, la cual defiende orgullosa su raza y lanza acusaciones contra los invasores ibéricos.


En ese enfrentamiento de argumentos participa Carlos Farfán Espínola, en el papel de Fray Bartolomé de la Casas, personaje histórico que en esa obra es exhibido con sus cualidades y defectos, sus aciertos y errores tremendos.

En el desarrollo de la obra hay burlas hacia el sistema político actual del país, señalamientos a la corrupción en políticos y partidos,  y los abusos que permanecen contra la población indígena.

La trama de Gente de Razón no es sencilla de entender porque su actor mezcla aspectos históricos con situaciones actuales, juega con los personajes nacionales y locales de la conquista, los  hace debatir entre ellos, intercambiar ideas con la sociedad actual e incluso recriminar al dramaturgo. Habría que regresar a los libros del colegio para ponerse al día con esa parte de la historia de México y captar mejor los mensajes de la obra.

En ella se alude a Moctezuma, Pedro de Alvarado, Tutul Xiú, Bartolomé de las Casas, el desaparecido pueblo de los caxcanes de Zacatecas  y su líder  Tenamaztle. Para traerlos a escena la trama se desarrolla en un convento abandonado en España donde reposan los fantasmas de esos personajes. A pesar de esa complicación resulta entretenida por las actuaciones, las proyecciones de Luis Ramírez y los recursos teatrales utilizados por el maestro José Ramón Enríquez. Esta escenificación se ofrece cada miércoles en el Centro Cultural Olimpo, los boletos cuestan $50 y $25. (Mérida Cultura).