sábado, 27 de febrero de 2016

Comedia para exponer un drama

Carlos Medina



“Leaving USA” aborda el fenómeno migratorio.


Se dice que en estos tiempos de la crisis económica los monólogos son una buena alternativa para montar una obra teatral con escaso presupuesto. Esto es falso.  En México, y en Yucatán en particular, el teatro siempre ha estado falto de dinero, y sobrado de talento.

Y una causa de esto es la falta de públicos debido a la mala calidad de la educación en el  país, la cual se refleja en una ausente sensibilización artística de los estudiantes.

Los monólogos no son opción barata para los teatreros, son desafío. Y para el público amante del teatro esas presentaciones unipersonales son parte de los sabrosos géneros escénicos que puede disfrutar.

Las reflexiones anteriores surgieron a raíz de las nuevas presentaciones de “Leaving USA. Bienvenido a México”, una comedia regional escrita y dirigida por Gilma Tuyub y actuada por Carlos Medina. Estuvo en cartelera en el teatro “Daniel Ayala Pérez”.

Este trabajo no es teatro regional yucateco, es una agridulce reflexión sobre un  drama humano común entre la población rural de México y Centroamérica que cruza ilegalmente la frontera norte en busca de dólares y oportunidades que no hay en la propia patria.

Aunque la obra termina en tragedia tiene tratamiento azucarado para que el espectador no se quede con el mal sabor que deja esa medicina de recordar las desgracias sociales de nuestro suelo latinoamericano. Este proyecto escénico es anecdótico y sencillo, no expone el  espanto, corrupción, crimen y muerte que hay en el  fenómeno migratorio. Sólo deja ver una de las heridas que este causa.

Al igual que todo trabajo unipersonal, este monólogo permite apreciar la madurez y recursos profesionales del actor que se someten a este desafío de exponer una historia, crear ambientes y generar acción, emoción y expectación en las tablas en vez de aburrir con la simple narración de hechos.

Carlos Medina tiene varios años en este oficio, consiguió, como exigen los trabajos unipersonales, mostrar a los demás personajes de la historia, los cuales están presentes pero son invisibles para el público. Si bien hay pasajes donde convendría dominar mejor la representación, sus pericias de voz, corporales y de gesticulación fueron suficientes para cumplir con lo que pide el papel en este caso.

Gilma Tuyub
Los monólogos, como ya dijimos, exponen también a los dramaturgos. Este tipo de textos requieren un tratamiento adecuado para conseguir los objetivos dramáticos del caso. Gilma Tuyub conoce esos secretos, sabe generar los mecanismos de evocación, maneja el uso de los interlocutores imaginarios y sabe generar el ritmo para que  la narración trascurra con coherencia.


La actriz y directora teatral posee además conocimiento sobre el modo como la humilde gente del interior del estado,  muchas veces casi analfabeta, se comporta y se expresa, y las tradiciones que mantienen las familias y poblaciones rurales. Esta herramienta fue usada para crear el carácter del bracero que,  al buscar en el extranjero aquello que no tiene en México, pierde todo: esposa, hijos, hogar y vida.  (Mérica Cultura).

domingo, 21 de febrero de 2016

Hogares con jefas de familia



Una entretenida obra plantea el tema a los niños.


Tierna, bonita y divertida, así es la obra infantil “Lola y el rompecabezas” que el grupo La Fragua Producción Escénica presentó a las familias meridanas durante varios domingos, en el Centro Cultural  Olimpo.

Este proyecto es imaginativo,  tal como deben ser los trabajos dirigidos al público infantil. El género teatral enfocado a ellos no debe considerarlos ñoños ni faltos de capacidad para comprender  y analizar  lo que se les expone.

Esta obra cumple  además con formar nuevos públicos. Esta experiencia hace que los infantes conozcan el teatro, aprendan sobre él y lo quieran para siempre. Tener frente a sí a los actores es para ellos una vivencia distinta a la que proporcionan el cine, la televisión y lo vídeojuegos.

La trama de “Lola y el rompecabezas” es actual, común en muchas familias meridanas: Lola es una niña de ocho años de edad que creció sin padre porque este se distanció de la madre antes de que la pequeña naciera. Todos los días,  al salir del colegio, la infante permanece siempre en casa de una tía suya, donde espera que su tutora salga del trabajo y acuda por ella.

En su hogar, Lola tiene como amigo y confidente a  un perro callejero que adoptaron. 

La pequeña llega a la edad en que comprende que en su familia hace falta una pieza,  como los rompecabezas que le gusta armar. En sus indagaciones tiene enfrentamientos con su madre y se entera que su “tía” en realidad es una amiga de aquella. Inicialmente la angustiada mamá no sabe cómo enfrentar esta situación, hasta que halla la forma de comunicarle la verdad a la niña, la  cual llego a dudar del amor que le tiene su madre.

La obra concluye cuando Lola consigue terminar el rompecabezas que estaba armando y al mismo  tiempo articula su vida al hallar la pieza que le faltaba.  El relato tiene un final feliz pero real. La vida no es un  cuento de hadas. 

La historia y su desenlace son contados por Lola (Lorena Barrera)  y su perro Lucas (Amilcar Barrera) mediante un buen manejo de las habilidades actorales de ambos así como el adecuado movimiento de los espacios y elementos escénicos que domina el  experimentado Óscar López, autor de la dramaturgia y director de la obra.

Seguramente en los ensayos los dos actores fueron templados en el desafío de tener entre el  público infantil a niños muy pequeños que hacen ruido, se distraen y hablan en voz alta, pues ninguno  de los dos perdió la concentración cuando esto ocurrió.

Lorena Barrera es muy joven, quizá es estudiante de teatro, alcanzó expresiones dramáticas exigidas en pasajes de la obra.  A su vez,  Amilcar Barrera recién cumplió 15 años de trabajo en las tablas y tiene holgada experiencia en distintos géneros teatrales.

Este actor divirtió, contribuyó a la reflexión y enterneció con su papel de perro. ¿Qué mejor amigo puede tener un niño que una mascota canina? En esta obra el animal es compañero de juegos, cómplice en las investigaciones y compañero de lágrimas. Tiene más amor que pulgas. La cantidad de cariño que da es proporcional  al montón de pelos que deja por la casa.

-Un perro nunca guarda rencor porque nunca odia –explica el noble animal en un pasaje de la obra-. Los perros sólo tienen dos sentimientos: amor y miedo. Muerden cuando sienten temor.

Ignoramos si hay algún  parentesco entre estos dos actores pues comparten el mismo apellido.



“Lola y el rompecabezas” es una obra entretenida y bien elaborada,  por ello gusta también a los adultos.  Y seguramente parte de los niños que la vieron están en una situación similar a la de Lola. Esta escenificación podría haberlos ayudado a reflexionar sobre su modelo de familia donde la mamá es jefa del hogar. (Mérida Cultura)

martes, 9 de febrero de 2016

Audaz y extensa obra



Película llevada al teatro con singular planteamiento 



Pocas  veces vemos  en Mérida la temeridad de montar una obra teatral de dos horas y media de duración pues se requiere mucha audacia para exponerse a que el público se canse y abandone la sala antes del final de la presentación. Para salir indemne de esa intrepidez son necesarios un argumento atrayente, actores aventajados, una ambientación laboriosa y un director sin arrogancia, más cercano del público y conocedor de los encantamientos escénicos para usarlos en favor de su trabajo.

Miguel Angel Canto
Esta intrepidez la vimos en días pasados en  las presentaciones de “Luz de  invierno”, una larga adaptación de la película Los Comulgantes, uno de los mejores filmes del sueco Igmar Bergman que aborda la existencia de Dios a partir las tribulaciones y dudas de un  pastor protestante cuya angustia crece a raíz de la muerte de su esposa.

René Avila
Ese arrojo lo condujo Luis Yamá, actor egresado de las aulas teatrales de Veracruz y que de nuevo dirige una obra. Para esta aventura reclutó a un elenco competente dispuesto a nuevos retos expresivos para fortalecer sus capacidades, al cual apoyaron actores  secundarios y estudiantes de teatro que sirvieron de auxiliares.

Al material actoral se agregó  una sugerente escultura de Cristo crucificado que sirvió de elemento escenográfico y al mismo tiempo formó parte de una estructura metálica sobre la cual se desarrollaron segmentos de la trama. Crucetas de madera y ramas secas completaron  la escenografía.

Se  recurrió a un  televisor para proyectar los nombres de los 11 cuadros en que se dividió la obra y mostrar la traducción de la defensa que  el sueco Bergman hace de su trabajo en ese filme y las ideas filosóficas que plantea en los diálogos de los personajes. Parte de obra –así lo entendimos- consistió en semejar aspectos del rodamiento de la  cinta.

Rebeca Guerrero
Se recurrió mucho a la iluminación para generar ambientes, resaltar pasajes y contribuir a  transmitir sensaciones. A  diferencia de la película, en la cual casi no hay música, en esta obra se recurrió en exceso al sonido. Este elemento no fue arpegio que adorna a la nota principal sino protagonista que quitó lugar al actor, la estridencia impidió por momentos escuchar los parlamentos a pesar del  esfuerzo del elenco por elevar la voz.

Luis Yamá planteó este drama psicológico recurriendo a simbolismos y elementos del teatro mágico. Combinó destrezas actorales con impactos visuales. Su planteamiento estético no es convencional, las alegorías son abundantes. 

El protagonista central, el pastor protestante, nunca aparece con sotana, se presenta siempre con el  torso descubierto. Un afligido feligrés al cual  el ministro no puede ayudar, ocupa la escena también con el torso al descubierto y manchado, se arrastra para expresar sus tormentos que lo llevan al suicidio. Otro más que aparece sin camisa es el jorobado sacristán  con un crucifijo en el cuello, quien habla  al final de la obra exponiendo planteamientos sobre la existencia divina.

Otro personaje más es u sacerdote alejado de su misión evangélica y consumido por el materialismo al que debe oponerse. Este es mostrado bailando, contando su dinero y haciendo compras en Liverpool.  

En este montaje participan 16 personas, dos de ellas sentadas entre el público, otros más son auxiliares o actores secundarios,  entre ellos un niño. El trabajo central recae en menos de la mitad de ese amplio elenco.

En esta obra hay imágenes impetuosas y cuadros palpitantes pero hay momentos en que decae la fuerza, las debilidades son inocultables,  surgen confusiones sobre el argumento. Para quienes gustan del teatro conservador habrán salido sin grandes emociones después de ver esta obra que marcha sobre el riel de la escena contemporánea, aquella donde el poderío del actor se mezcla con recursos de todo tipo para semejar  ambos una ola con su espuma: son independientes pero  viajan juntos hasta disiparse ante la playa del espectador. 

Amilcar Barrera 
Por la falta de programa de mano no conocemos los nombres de todo el elenco. Pero reconocimos a Miguel Angel Canto Peraza, quien todo el tiempo estuvo en escena cargando con el papel principal y sometiendo a juicio sus habilidades teatrales. Este actor, quien también ha dirigido y escrito obras, dejó sus estudios de ingeniería para desarrollarse entre los telones y la tramoya.  Parte de su formación actoral la hizo en el  Instituto Nacional de Bellas Artes, es profesor de la ESAY y se le ve con frecuencia en las tablas.

También vimos a René Avila, integrante del grupo teatral Par 64  y con trayectoria suficiente que ya le dio formación sólida; Rebeca Guerrero, española con gran actividad local pues es requerida por  sus capacidades actorales; a Raúl López, quintanarroense, con estudios en  Cozumel y ex integrante del grupo La Fragua, y Amilcar Barrera, poseedor de una técnica pulida en 15 años de trabajo en obras de distintos géneros. En el cartel publicitario de este proyecto se menciona también a Elizabeth Pisté, Gerardo Molina, Rosi Estrella y Alejandro Castolo.


Esta obra se estrenó en octubre pasado y su última presentación fue el pasado sábado 6,  en el Foro Alternativo Rubén Chacón. Por fortuna, logramos asistir a esa última función (Mérida Cultura)