viernes, 17 de junio de 2016

Ni fábula ni moraleja




Desnudar a la sociedad, incomodar y generar reflexión.

Es difícil que el cartel publicitario de una obra teatral refleje el contenido de esta y permita al público saber de antemano qué puede esperar del espectáculo. Los anuncios no tienen  esa función. Por ello es común que el espectador se sorprenda -en forma grata o no- y exprese: “no me lo esperaba”, una vez que ha visto la escenificación.

Nos tocó ver la función de despedida de “Fábula rasa”, el más reciente proyecto dirigido por Luis Ramírez, comunicólogo, documentalista, y especialista en animaciones, videomapping y otros  efectos lumínicos. 
Salimos del teatro con sensación placentera, vimos un trabajo seductor por los recursos usados para contar historias. “No me lo esperaba”, escuchamos decir a uno de los asistentes sorprendido gratamente.

Jair Zapata
A diferencia de las fábulas, ese proyecto teatral no tiene fin  didáctico, su intención es generar reflexiones sobre la violencia, la discriminación, la injusticia y la desigualdad. No hay moraleja sino cuestionamientos incómodos. Irrita nuestra conciencia al exhibir realidades perturbadoras de nuestra sociedad, esa comunidad que todos construimos con participación, indiferencia o complicidad.

Las sacudidas a nuestra moralidad se generan con historias  preparadas por el equipo actoral, de las cuales sólo una parte se exponen en cada función, a selección de alguno de los espectadores. (Para conocer todas las historias habría que ver varias veces la obra, pues en cada presentación las narraciones son distintas).

Erick Silva
El relato que sí está presente siempre es una comparación entre dos penínsulas distantes y aparentemente diferentes en sus conflictos sociales: Baja California y Yucatán. El primer cotejo es afirmar que en Tijuana hay violencia y en Mérida hay paz. Pero no es así. La exposición de historias reales, algunas incluso publicadas con grandes títulos en la prensa local, derrumban ese mito. Hay gente local que sufre violación de sus derechos humanos y también agresión violenta.

Los migrantes del interior del país que llegan al sureste yucateco atraídos por una tierra que mana leche y miel son quienes descubren esa realidad. Y entre lo primero que constatan es la desigualdad social generada en parte por una discriminación que no es por el color sino de clases. De un lado están los indígenas, los mayas pobres y explotados. Del otro se alzan los que consideran tener más genes españoles que los propios europeos.

Marysol Ochoa
Esta obra expone que el edificio de nuestro país tiene descompuesto el elevador social. Muchos no ascenderán nunca al piso deseado, permanecerán en el sótano. 
Lo anterior es parte de lo que muestra esta fábula contada en forma llana, sencilla, rasa, perturbadora. Cumple con generar inquietud en los asistentes, a los cuales pregunta si ayudarán a reparar el elevador y prefieren dejarlo como está. 

La trama se expone al público sentado en el escenario, no en las butacas. Estas últimas, vacías e iluminadas sugestivamente, son escena donde transcurre parte de lo que se cuenta. Este trastocamiento corresponde a la realidad social. Hay que poner las cosas al revés para verlas bien y componerlas.

En  la obra, estrenada en noviembre de 2015, se recurre además a una máquina tragamonedas, una pantalla con proyecciones que refuerzan los planteamientos, y a objetos rodeando a los actores. Estos últimos están ligados a las historias que se contarán durante la escenificación.

Además de Luis Ramírez, en este trabajo escénico participan Erick Silva –al parecer es psicólogo y tijuanense-, en quien recayó la dirección escénica. Además están el chiapaneco Noé Morales Muñoz, autor de la dramaturgia y asesor escénico, y María José Pool, asistente de dirección.


Los actores son, además de Erick Silva, Marysol Ochoa Acuña y Jair Zapata. 

En ellos tres recayó la tarea de recalcar que todos los personajes de las narraciones ahí contadas están conectados. Lo mismo ocurre en la sociedad, los individuos no están aislados. Toda la humanidad está enlazada, esta es una verdad rasa, llana.  Esa es la moraleja de esta fábula. (Mérida Cultura)