martes, 18 de julio de 2017

Denuncia dura de la banalidad contemporánea


Luis Yamá Calvillo es un actor y director que se inclina por el teatro expresionista y que gusta de las corrientes escénicas rusa, alemana y latinoamericana surgidas durante guerras, crisis y cambios políticos y sociales. 

Este artista considera que en esas dramaturgias hay mensajes que son vigentes hoy día y que retratan en parte a la humanidad actual.

Quizá por esa razón decidió ofrecer en esta capital una pieza que sigue esa dirección, es un  montaje que aborda la enfermedad social de  este milenio: la vida superficial.


En ese reino moderno el individualismo ocupa el trono. La banalidad y lo intrascendente son los valores de la corte. Los héroes y los  modelos a imitar son los corruptos, los asesinos y los fatuos que nadan en dinero. No importa cómo estos hayan conseguido sus fortunas, ser millonarios basta para que sean admirados y envidiados.

La obra teatral en cuestión lleva el nombre de La Grande Enquête de François Felix Kulpa, y es traducida al español como La Gran Investigación del Inspector Félix Kulpa. Fue creada por Xavier Agnan Pommeret, escritor y dramarturgo galo fallecido en 1991.


En ese extenso trabajo se denuncia lo vano de la sociedad contemporánea y la imbecibilidad del sistema político. En su tiempo, el  autor advertía que una sociedad vacía e indiferente se acercaba a la vuelta de la esquina. Una comunidad global guiada por el consumismo estaba a punto de despertar.

La obra original consta de 72 escenas, pero Luis Yamá hizo una adaptación reduciéndola a 19. La función dura dos horas, rebasa en mucho a lo que el público local está acostumbrado en las presentaciones teatrales de esta plaza.


La historia gira en torno a una esposa infiel que convence al amante de asesinar al cónyuge y culpar del crimen a un activista social que dirige un movimiento para cambiar el régimen político. La mujer no tiene escrúpulos,  extiende sus amoríos al detective que investiga el caso,  a fin de influir en él. 

Durante el juicio el sistema –la sociedad– condena al inocente y ensalza a la culpable.

La obra está dirigida a público adulto. Tiene escenas duras para mostrar la depravación sexual. Ese tono violento está presente en el desarrollo de todo el montaje.  Y es remarcado por las luces, el sonido, el vestuario, la escenografía y los recursos dramáticos de los ocho actores en escena.  Con ello se  expresa soledad, miseria, ambición, dolor, amargura e injusticia.


La música utilizada es heavy metal, y se eligió al que quizá es el gran representante de ese género: el grupo alemán Rammstein, banda surgida en 1994 y que vendió más de 35 millones de copias de sus discos. 

La letra de las canciones de Rammstein se ajustan bien  a la obra porque parte de ellas abordan distintas caras de la violencia, entre ellas el sadomasoquismo,  el incesto y la violación. Música ruda para un tema rudo. Alguien dijo que el idioma alemán es el lenguaje de la furia.


Como parte de la escenografía hay una pantalla donde se lee la traducción de esas canciones, lo cual fue atinado pues esos textos refuerzan lo que se observa en el escenario. Sin embargo, el volumen del sonido resultó excesivo, con  frecuencia impidió escuchar y entender a los actores y conocer la trama de la historia.

Habrá espectadores a los que esta obra les resulte desagradable, irritante y repulsiva. Pero consideramos que esta es la intención del autor, advertir que así es como él ve a la sociedad actual. Por tanto, su llamado es a rechazar ese camino y cambiar el modelo actual deshumanizado.


Este montaje teatral se estrenó la semana pasada en el Centro Cultural Olimpo, donde tuvo corta temporada de cuatro funciones. Se anunció otras dos temporadas más antes de que finalice el año. 

La preparación de la obra, según explicó Luis Yamá, requirió seis meses de trabajo.

Por falta de programa de mano no sabemos los nombres de los integrantes del elenco, pero reconocimos a María Daniela Ramírez (“Danis Pasion”)  y Raúl López (“Rulo YD”). 


Al  parecer, los que llevan los papeles principales son Esmeralda Tercero y  Carlos Farfán. El propio Luis Yamá interviene  como actor.


Todos ellos provienen de distintas compañías teatrales y se unieron para este proyecto que puede  resultar polémico, interesante o detestable, según cada espectador. Hubo quien abandonó la obra a media función. Pero otros aguardaron expectantes cada escena para conocer el desenlace.  (Mérida Cultura)