domingo, 31 de julio de 2016

Arrojo teatral



Obra de dos horas, en verso, y escasamente montada.



Durante la temporada en que se presentó la obra El divino Narciso siempre se agotaron los boletos. Por ello, esta vez que hubo una función  especial recurrimos a la Casa Blanca, el Kremlin y el Vaticano para que movieran sus influencias y nos consiguieran un asiento.

De esa forma logramos ver este proyecto teatral que es una nueva, arriesgada aventura que realiza Raquel Araujo, directora del teatro La Rendija, la cual nos tiene acostumbrados a osadías escénicas llenas de símbolos  y elementos surrealistas y abstractos.

Parte del trabajo que Raquel realiza es un  teatro abundante en sensaciones,  va dirigido a impresionar los sentidos más que a mostrar formas teatrales convencionales fácilmente identificables.

En esta ocasión hay que reconocerle la intrepidez del meterse al teatro clásico para interpretar al genio de la literatura que es Sor Juana Inés de la Cruz,  y montar una obra de dos horas de duración escrita con las complicadas, geniales rimas de la llamada Décima Musa, y utilizando el auto sacramental, un género teatral ya desaparecido pero popular hace más de 300 años.

A esas dificultades para montar la obra hay que agregar el complejo modo como Juana de Asbaje escribió El divino Narciso, la cual es calificada por  expertos en literatura como un original, formidable y perfecto trabajo, pero que exige mucha concentración para entenderlo y disfrutarlo.

Retos para el montaje.


La poesía de Sor Juana Inés de la Cruz es genial, hermosa, pero demanda esfuerzo mental para beber su almíbar.
Los autos sacramentales eran representaciones populares en el México novohispano, y la escritora mexicana  elaboró tres de ellos. Uno de estos es El divino Narciso.  Este trabajo va antecedido de una loa, pieza corta en verso que se usaba como preludio.

El tema de la obra es la conquista española, pero Sor Juana Inés de la Cruz plantea la trama mezclando elementos bíblicos y religiosos con personajes mitológicos y tradiciones indígenas de aquella época.  Para complicar más el asunto, la autora no recurre a personajes convencionales sino que pone a dialogar, por ejemplo, a América con la Religión, Occidente y el  Celo. Esos son sus personajes. Otros más son Eco,  Naturaleza Humana, Gentilidad, Gracia, Amor propio, Soberbia…

En este trabajo sorjuanesco El divino Narciso es Dios mismo. Pero, al igual que en la mitología, El divino Narciso -personificación de Jesucristo- vive enamorado de Su Imagen. Esta mezcla de mitología y religión hace más difícil de comprender el argumento, el cual, como ya dijimos, ex expuesto en la versificación espléndida y compleja de Sor Juana Inés de la Cruz.

La compañía La Rendija sólo usó a seis actrices para representar a todos los personajes incluidos en la obra. Y para mantener atento al  público evitó mantenerlo sentado durante las dos horas de la escenificación. Lo movió a cuatro salones y espacios del recinto e hizo que algunos de los espectadores intervinieran.

Y los sorprendió enviando a parte de ellos al cielo y otros al infierno, según se les dio a elegir antes de ingresar al teatro.

Profusos recursos.


La presentación es abundante en recursos teatrales y escenográficos. Hay música en vivo, danza, canto, techos que se mueven  y efectos de luz, viento y sonido. Además hay espejos, sombras, linternas, espuma, tela plástica proyecciones y actrices con varios vestuarios moviéndose abajo, enmedio y arriba y en unos casos con ramas en la cabeza. 
También se usan desnudos totales, lo cual no es una táctica nueva en Raquel Araujo, ya los ha utilizado en otras ocasiones.

Sin embargo, no se evita que alguien del público bostece. Los asistentes, sobre todo aquellos que no gustan de este género teatral, deben esforzarse por seguir los parlamentos para entenderlos y comprender la narración y las novedosas ideas que la Décima Musa planteó en aquella época en torno a la conquista y la evangelización. 

Consideramos que los espectadores deben corresponder así al gran esfuerzo realizado por las actrices para no fallar en  sus complicados parlamentos. Ellas realizaron buen trabajo expresivo y desenvolvimiento escénico. Elogiamos también su concentración y capacidad física. Habrán terminado exhaustas después de cada función.

(Olvidamos el programa de mano en el teatro. Al parecer, ellas son Nara Pech, Liliana HeSant, Gina Martínez, Nicté Valdés, Zazil Sánchez y Fátima Medina).

Para este complicado montaje el equipo de apoyo superó en número al elenco,  hubo más gente detrás de escena que frente al público. Colaboraron unas  40 personas, incluyendo a los asesores literarios.

Nos pareció que en este esfuerzo por representar a una de las figuras de las letras hispanoamericanas del siglo XVII, se insistió en poner el sello que hace identificable todos los trabajos de La Rendija y de su directora en particular.  No quieren dejar dudas sobre quién es el autor de esos proyectos.


La poesía de Sor Juan Inés de la Cruz es un manjar para intelectuales, y el teatro expresivo, de percepciones, que practica Raque Araujo es una  vianda para quien gusta de este género escénico. (Mérida Cultura)

viernes, 1 de julio de 2016

Actores sometidos a juicio





Interesante obra para una práctica escénica



Durante muchos años Tomás Ceballos Campos ha realizado trabajo de alfarero teatral. A sus manos llegan distintos tipos de arcilla con propiedades particulares que él debe procesar para que puedan convertirse en  objetos utilitarios, piezas artesanales u obras de arte.

El terreno teatral es similar a los suelos arcillosos,  estos son abundantes pero no todos sirven para la alfarería. Hay barro que en su estado natural muestra a simple vista sus cualidades. Otros, en cambio, son valorados por atributos peculiares como su color, porosidad,  plasticidad o comportamiento en  el horno que exhiben al  ser procesados.

En la Escuela Superior de Artes de Yucatán, donde Tomás Ceballos es profesor de teatro, hay esas diferentes vetas de barro cuyos rasgos se observan cuando son ellas son expuestas ante el público, lo cual ocurre a partir de que los estudiantes navegan en el aprendizaje del realismo escénico.

En esa etapa asoman las peculiaridades que puede llevar a los jóvenes a ganar batallas en  las artes escénicas. Pero antes de ser colocados en el torno del ceramista es necesario retirar las impurezas minerales mediante ejercicios en las tablas.

Esto es lo que viene haciendo Tomás Ceballos desde el pasado día 23 de junio con un grupo de alumnos del cuarto semestre de la Licenciatura de Teatro con los cuales montó la obra “La noche del 16 de enero”, un drama de la escritora Ayn Rand, autora judía rusa pero nacionalizada estadounidense, nacida a principios del siglo pasado y fallecida hace 33 años.

Ese montaje es parte de las prácticas escénicas a las que deben someterse los muchachos a esa altura de la carrera.  La historia de esta obra se desarrolla en una corte neoyorquina donde es sometida a juicio una mujer, secretaria de un magnate que se suicidó lanzándose desde las alturas de un lujoso edificio de apartamentos. Las investigaciones arrojan que en realidad fue un asesinato, y la principal sospechosa es la auxiliar.

Durante el proceso judicial las conjeturas se amplían hacia  otros protagonistas. Varios testigos desfilan para dar su testimonio ante un jurado formado por  parte del público. Estos asistentes son quienes deciden al final de la presentación si la acusada es inocente o culpable.

Ese elemento de la obra es interesante. Habría que ver todas las presentaciones para conocer cuáles fueron las resoluciones de los distintos jurados. Y saber además si el resto del público coincide con el veredicto de quienes fungen como jurado.

La obra es prolongada, hay que estar pendiente de todo lo que ocurre en la corte pues el desarrollo de la historia lleva por varios caminos. Hay recursos escénicos para impedir que el público se distraiga y pierda interés.

Casi todos los actores tienen papeles breves. Es un escaso tiempo en la escena que sin embargo basta para que cada uno muestre de qué arcilla están hechos. Ese es el reto, aprovechar ese breve espacio para convencer a sus tutores y al público sobre sus futuras posibilidades histriónicas.

El actor que mayor tiempo permaneció en escena es Irving Chan, así lo exige su papel de fiscal a cargo de interrogatorios y alegatos. En segundo lugar, en cuanto a lapso de intervenciones,  corresponde a las jóvenes Siled Rodríguez y Frida Echeverría, quienes se alternan  en el  papel de abogada defensora.

Los otros integrantes del elenco con Merly Martell, Yaimy Mendoza, Andrea Fajardo, Rubí Pineda, Daniel Burgos, Luis Solé, Edgar Estrella, Cossette Daniela, Rubí Pineda, Andrea Fajardo, Adrián Segura, María Cantarell, Cristian Chim, Jesús Padrón y Rafael Manríquez. Casi todos ellos se sientan entre el público una  vez que terminan sus intervenciones,  y desde ahí algunos entran a escena nuevamente.


La obra de Ayn Rand es interesante y se ajusta a las  necesidades de la alfarería teatral para ir torneando a las futuras piezas del arte escénico, un trabajo que desde hace 30 años viene realizando Tomás Ceballos, quien lleva más de 100 obras dirigidas,  muchas de ellas con aprendices de actores en el elenco.


Sólo quedan dos oportunidades más para ver esa obra: este viernes 1 y el sábado 2. Las funciones son a las 7 de la noche, en el local de la Escuela Superior de Artes de Yucatán, ubicada en la antigua estación de ferrocarriles. El boleto tiene precio simbólico de $30. (Mérida Cultura).