jueves, 7 de enero de 2016

Victoria en reto escénico




Regresó “La prisionera” en otra exitosa presentación.



Los actores, los directores teatrales y los escenógrafos  pueden ser comparados con los toreros: para lucirse necesitan un astado bravo, no uno manso y afeitado. En situaciones difíciles, en los retos y el peligro es cuando brilla el capote  del talento.

Eso le ocurrió al equipo conducido por Juan Ramón Góngora que presentó “La prisionera”,  obra de Emilio Carballido,  en la Videosala del Centro Cultural Olimpo, un sitio inhóspito para escenificaciones pues fue pensado para proyecciones de cine en pequeño formato. El lugar carece de telón, bambalinas, tramoya, ciclorama, accesos, salidas, vestidores…

Pero los tres actores participantes y el equipo técnico de iluminación, audio y escenografía capitaneados por Juan Ramón presumieron agudeza y capacidad. Conjuraron  esas adversidades para generar el encantamiento que tiene el buen teatro.

En noviembre pasado “La prisionera” hizo una temporada en ese lugar. Y ayer jueves la obra regresó en la primera de dos nuevas presentaciones dentro del Mérida Fest que se realiza durante casi todo enero para celebrar la  fundación de esta ciudad. Esto nos dio oportunidad de disfrutarla tanto como aquellos que nos recomendaron verla.

Esta obra resalta por su vigor dramático y las ideas que su autor expone sobre distintos  temas. Uno de estos resalta: el significado de la libertad. Los otros planteamientos son accesorios, aluden a los regímenes dictatoriales, el idealismo, la vida alejada de conflictos pero monótona, el afán de reconocimiento a costa de la estima personal y la pobreza que mantiene  un velo de ignorancia sobre una gran parte de la población.

La historia se desarrolla en los años 30, en la costa de algún país latinoamericano con régimen militar, en una fortaleza con faro que sirve de lejano destacamento para un coronel que se cree amigo del dictador pero quien lo mantiene lejos de sí. Al sitio es enviada una mujer culta, refinada, de familia rica pero idealista, que promueve el voto para la mujer, organiza marchas y enciende a los estudiantes que luchan contra el régimen.

La esposa del tosco coronel, una humilde mujer que se casó deslumbrada por el uniforme,  sirve de carcelera. Esto la hace convivir con la prisionera y descubrir su propia realidad, la cautiva es ella, no la que está detenida. La presa recibe  el indulto y sale libre, pero la celadora se queda preguntando quien la indultará a ella de la triste vida que lleva. Así termina la obra.

Con notoria habilidad, en el pequeño espacio de la Videosala quedaron acomodados una cama, un ropero, un piano, un baño, un ventanal que mira al mar y el faro que ilumina con sus giros la escena y a los espectadores. La primera fila de asientos se convirtió en recinto donde habitan el coronel y su esposa, ahí cocina esta, usando ingredientes reales que llenaron de aromas el recinto. Ahí también se acomodaron los encargados del  sonido y las luces.

Bertha Merodio
Los papeles, en orden de aparición quedaron a cargo de la avezada Bertha Merodio, en el papel de Catalina, cónyuge del militar. A esta actriz le hemos visto en comedias y en su largo proyecto de llevar el teatro a los niños mediante visitas escolares enfundada en su papel de la Gallipava. El director, Juan Ramón Góngora, acertó al elegirla para esta intervención que requiere acentuar pasajes de gran emotividad.

Bernard Fontbute
El actor francés Bernard Fontbute, establecido en Mérida, donde imparte clases de actuación y terapia psico-corporal, dio vida al coronel Leonardo Betancourt. Es  de admirar su trabajo actoral, no hay duda de su experiencia en ese campo.

A la española Rebeka R. Guerrero correspondió estar más tiempo en escena, en su representación de la bella e inteligente  María Antonieta Miranda de la Rosa. Sobresalió al cumplir con las exigencias de los distintos cuadros que le impusieron mostrar su dominio en gran variedad de expresiones histriónicas. Ya la hemos visto en otras buenas actuaciones.
Rebeka R. Guerrero

Quizá por la zona donde nos tocó sentarnos no  escuchamos bien una parte del texto donde Carballido desborda poesía en esa obra, es la escena donde la prisionera causa destrozos en su celda, en una noche de tormenta. Ella grita agitada: “Rompe paredes, rómpelo todo, arranca el faro de raíz. Húndenos de una vez, llévanos al abismo; brilla con tus relámpagos, electrízanos, haznos trizas…”.


Sin  embargo salimos del recinto convencidos de que este relámpago de actores y su director nos electrizó, nos alumbraron con el faro de Carballido y nos hundieron en ese maravillo mar que es el buen teatro. (Mérida Cultura).