jueves, 12 de diciembre de 2013

EL AMOR PONE A PRUEBA A CUATRO ACTORES.



El grupo teatral El Globo sorprende con emotivo proyecto escénico. En esta obra el público entra al escenario. 

No hay tema más interesante que el amor  pues es un sentimiento poderoso, universal y cotidiano. Todos lo gozamos, lo buscamos o lo padecemos. Por esta razón es un asunto abordado con mucha frecuencia en el teatro. Y una de las obras escénicas que lo hace se titula “Casi un Pueblo”, un nombre que poco tiene que ver con las nueve historias amorosas que en ella se plantean. 

Roberto Tejeda y Yatzaret Castillo.
El autor de esa representación teatral es John Cariani, un actor y dramturgo estadunidense que recurre a los casos de nueve parejas para exponer algunas de las muchas situaciones que se dan en el amor: el enamoramiento, la compleja relación entre esposos, los corazones rotos, el primer beso, las almas solitarias que al fin encuentran albergue, el desamor, etc. 

En esta obra las historias se plantean en forma interesante, en ellas se combinan romance, drama y risas. Hay situaciones conmovedoras, otras son simpáticas o impactantes. Las hay también que hacen reflexionar sobre situaciones similares que el espectador ha vivido. 
sus
Yatzaret Castillo divirtió, conmovió e
impactó con sus actuaciones.
Debido a lo anterior “Casi un Pueblo” ha sido presentada innumerables veces y sigue exhibiéndose en diversos foros en Estados Unidos y fuera de él.
En esas representaciones se acostumbra que sólo dos o cuatro actores expongan todas las historias. Esto representa un desafío para los intérpretes porque quedan expuestos al compromiso de demostrar sus habilidades histriónicas cambiando de papel en minutos. 
Los actores se movieron entre el público.
 En el nicho está al violinista José
Luis Aguilar.
El grupo teatral El Globo  trajo  esa obra a  Mérida.  El reto de representar todos los papeles recayó en dos actores y dos actrices. Una de estas últimas es la experimentada actriz y directora teatral Yatzaret Castillo, cuya trayectoria  y variedad de trabajo local y en otras partes del país es tan amplia que no hay espacio para describirla. Su inclusión en este proyecto fue atinada, Yatzaret regaló al público buenas actuaciones dramáticas y cómicas en esta obra. 


Roberto y Yatzaret en otra interpretación.
En el lado opuesto está una joven actriz que demostró que tiene oficio, las tablas son lo suyo. Ella es Karla Gamboa, quien tuvo la tarea de sacar adelante una escena en la que ella prácticamente presenta  un monólogo, y en otra concentró la atención y simpatía del público con un divertido papel. 


El tercer integrante es Óscar Chan, quien es bastante conocido en el teatro regional por su personaje de  “Cocotazo”. Pero en varias obras este actor ha demostrado que también domina otros géneros teatrales. Con sus personajes es capaz de hacer reír, angustiar o sorprender. 


Karla Gamboa y Óscar Chan.
El cuarto intérprete es Roberto Tejeda, quien divide su tiempo entre el teatro, sus clases de desarrollo humano en la Universidad Marista, su labor en un centro de yoga local y sus cursos sobre terapia Gestalt y otras cosas más. Junto con Yatzaret le tocó cerrar la obra con un conmovedora narración. 

A todos los elementos anteriores la directora del grupo, Ana Várguez, le agregó dos recursos escénicos interesantes. Uno fue incorporar al violinista José Luis Aguilar para marcar con ejecuciones nostálgicas el espacio entre una historia y otra.  

Roberto Tejeda y Óscar Chan.
El otro fue colocar al público en el escenario, junto a los actores. Puso al espectador adelante o  atrás de los protagonistas o bien junto a ellos, lo cual elevó el interés y contribuyó a disfrutar más de la representación. Esto se logró haciendo que los actores se movieran en medio del salón y a los asistentes estuvieran alrededor de ellos. Además había tres puertas en distintos puntos por las que entraban y salían los intérpretes.  El lado malo de esa estrategia es que la capacidad para el público resultó limitado. Parte de los asistentes se sentó en el piso.   

 
El público fue incorporado al escenario.
La escenografía fue sencilla: una banca, una mesa de bar y tres sillas, un sillón y carteles que señalan sitios de Casi un Pueblo, el nombre de una gélida comunidad que es tan pequeña que no alcanza la categoría de poblado. En ella viven las nueve parejas cuyas historias se relatan durante una noche de invierno. 

Con el estreno de esa obra el grupo teatral El Globo celebró siete años de vida. “Casi un Pueblo" volverá a presentarse en una temporada en febrero próximo.