jueves, 14 de mayo de 2015

Esta gente no ve una Patria, ve un botín



 

 

Regresó a escena un buen montaje sobre el poder y la política.




Hacía tiempo que no veíamos llegar al Centro Cultural Olimpo una buena producción escénica. Esa sequía acabó con la puesta en escena en ese lugar de “Sinfonía para un dictador”, el más reciente proyecto de la compañía La Fragua que dirige Óscar López y que merece ser visto y aplaudido por un público amplio debido a los elementos que se conjugan para ofrecer un buen producto teatral.

El productor casi tiró la casa por la ventana en ese montaje que requirió invertir en escenografía, vestuario, canto y baile, conjugados con buenas actuaciones y una dramaturgia interesante, reflexiva,  que nos refresca la memoria,  nos recuerda qué régimen político tiene este país y de dónde proviene.


Sangre, traición, ambición, bajezas, intereses externos y podredumbre son infaltables en el albañal donde la democracia es un estorbo para lograr poder y dinero. 
La historia que Óscar López nos ofrece en este buen logrado esfuerzo teatral pudo ser escrita para México o cualquier punto de Hispanoamérica y el resto del mundo. Y también para cualquier época. La idea que se plantea pudo ocurrir en la Roma de los césares o repetirse en estos días en que la tecnología y otros recursos modernos no se utilizan para conseguir justicia social sino para guerras sofisticadas y mantener a oprimidos a sectores de la sociedad. Esto último es el combustible para mantener al sistema déspota.



El totalitarismo está bien retratado en “Sinfonía para un dictador”, proyecto con ocho actores cuyo guión se elaboró con base en tres textos: “Ricardo III”, de William Shakespeare, “Los relámpagos de agosto”, de Jorge Ibargüengoitia, y “La sombra del caudillo”, de Luis A. Guzmán. Además se recurrió a corridos revolucionarios. Los textos tienen sátiras y jocosas expresiones populares referidas al poder y los políticos.


Para esta representación se instaló una escenografía que nos lleva a varios lugares. El espectador es conducido a un burdel, la casa presidencial, a campos de batalla y a pueblos pobres e ignorantes en los que transcurren las intrigas y crímenes en los que escalan políticos y militares rumbo al poder. 
Hace tiempo que no veíamos un esfuerzo para crear esa ambientación en el reducido escenario del auditorio “Silvio Zavala Vallado” del Olimpo.


Esta obra ya había sido presentada en una primera temporada a fines del año pasado, en el Foro Alternativo Rubén Chacón, el cual permanece cerrado desde hace varios meses. En aquella ocasión ofrecimos una reseña sobre este trabajo, y decidimos hacer otra más porque lo merece.


En esta nueva temporada Óscar López no sólo produce y dirige sino que también actúa, realiza varios papeles. Además arriba con mucha anticipación al teatro para organizar el montaje, de modo que cuando sube a las tablas ya está agotado.  Pero se sobrepone a esto. Lo consigue porque es un actor con más colmillo que un traficante de marfil.


También interviene Miguel Flota, un actor cuyo nombre ya se escribe con mayúsculas. En todas las obras en las que lo hemos visto trabajar constatamos su empeño por estudiar el carácter de sus personajes y trasmitirlos con fuerza y convencimiento.


En esta representación hay dos monólogos intensos bien logrados, a cargo de dos actrices. Por falta de programas de mano no sabemos quiénes son ellas, pero, al parecer, se trata de Lupita López y Rebeka R. Guerrero. La primera en el papel de una indígena que se unió a la revolución, es considerada bruja con poderes; y la segunda representa a una española inmigrante, cínica y ambiciosa, moldeada por los golpes de la vida. Ella regentea el burdel que visitan políticos y militares.



Hay otras dos actrices en el elenco, Génesis Pech y Yoluayel García, ambas en los papeles de prostitutas y representando también a la Muerte. La primera de ellas canta además los corridos. Completan el reparto Rafael Cerecedo y Andrés Vargues.


“Sinfonía para un dictador” se viene presentado los jueves y viernes a las 8 de la noche en el Centro Cultural Olimpo. El precio del boleto es reducido, $50 y $25. En realidad resulta gratis presenciar tan buen espectáculo. 

Hay que agradecer a la Fragua y a Óscar López por este esfuerzo, y pedirles que nos ofrezcan otro más. (Mérida Cultura).

domingo, 10 de mayo de 2015

Alrededor de dos damas de la escena



 

Diez actores dirigidos por Juan Ramón Góngora ofrecen suculento bocado de teatro contemporáneo


En estos días está en cartelera por segunda vez en casi 60 años “Alrededor de las anémonas”, una de las primeras obras teatrales de Juan García Ponce en la que el autor dibujó el rompimiento entre aquella Mérida con características del siglo XIX y la nueva sociedad que surgía con costumbres distintas, escandalosas para muchos.

En esta puesta en escena que se ofrece en el teatro La Rendija bajo la dirección de Juan Ramón Góngora Alfaro, los adultos mayores que asisten a verla recuerdan esa época de su niñez y, a su vez, el público juvenil atisba en la vida de esa generación para comprenderla, saber de dónde provienen y así distinguir entre las influencias externas y las raíces propias que conforman el modo de vida actual.

Además, esta obra llena de humor está dirigida a los amantes de este género de teatro contemporáneo que gustan de buenos proyectos y de actores consolidados. En este caso la conocida actriz Eglé Mediburu obsequia a los espectadores un buen trabajo en las tablas. Ella comparte ese reto con la también querida Conchi Roche, directora de La Farándula, esa compañía que hizo disfrutar a muchos con sus montajes clásicos y experimentos escénicos que llegaron a teatros, calles y parques.

Hace mucho ambas actrices montaron por primera vez esta obra de García Ponce, y ahora la repiten bajo la guía del actor y director Juan Ramón Góngora, quien tuvo la tarea de conducir al reparto de diez personas en escena, cinco de ellas adolescentes y jóvenes.

La historia que se narra en “Alrededor de las anémonas” transcurre en la Mérida de los años 50, el autor sitúa los hechos en aquella ciudad en la que todavía no llegaba la televisión en blanco y negro, no existía el agua potable, las familias viajaban en ferrocarril al puerto de Progreso y el boleto de autobús costaba 15 centavos. Los domingos lo común era ir a misa y después a los cines Rialto, Novedades, Colón, Encanto, Alcázar, Olimpia, Cantarell y otros más ya desaparecidos. La llegada de los circos era un acontecimiento.

En ese tiempo la ciudad no era tan grande. Había una caballeriza en lo que ahora es el Club Campestre, esa zona casi estaba en los límites de esta capital. Los delincuentes eran recluidos en la vieja penitenciaría Benito Juárez, a unos pasos de donde las familias y niños convivían en el Parque del Centenario. 

No había supermercados, las familias compraban en el Mercado Grande, Los Portales y los sitios de abasto popular de los antiguos barrios.
En esa Mérida todavía existía la Sidra Pino, la gente combatía el calor con talco Las Dos Caras, los taxis aún no desplazaban totalmente a las calesas en los servicios a colonias cercanas al Centro Histórico,  y en muchos rumbos eran comunes las imágenes del carbonero, el aguador y el chivero. 

Esa era la sociedad en la que el rock and roll irrumpía como vendaval para romper cadenas y anunciar cambios grandes en la forma de vida. Las personas adultas se resistían a dejar costumbres que los jóvenes rechazaban. Lo que para aquellos era inmoral, vergonzoso y preocupante era considerado irrelevante y sin cuidado para las nuevas generaciones. 
Eso es lo que plantea y muestra esta obra teatral. 

En este relato vemos a dos hermanas, una soltera y otra una casada y viuda que viven juntas para acompañarse. Ellas son el centro de los acontecimientos, alrededor de estas flores del viejo jardín social se suceden los hechos. Ligadas a ellas hay un niño, cuatro adolescentes y un matrimonio con problemas de infidelidad cuyas vidas sirven para mostrar ese cambio de época y las nuevas formas de pensar y conducirse. 

En estas presentaciones hay tres papeles en las que se alternan sendas actrices. En uno de ellos compiten Madeline Lizama “Candita”, conocida actriz del teatro regional yucateco, y Yatzaret Castillo, directora de la compañía “Por qué no? Producciones”. 
El personaje que a ambas les toca presentar está poco tiempo en escena, pero les da mucha posibilidad de lucir su actuación. Nos tocó ver la versión con Yatzaret Castilo, y consideramos que causó buena impresión en el auditorio.

Guadalupe Sagredo y Xhaíl Espadas también se alternan, y lo mismo hacen Mariana Pacheco y Arantxa Herrero Buenfil. Los otros integrantes del elenco son Joaquín de la Rosa Espadas, Adriana Lizama, Damián González, Tony Baeza y Raúl Uranga. Todos ellos, unos más que otros, son justos propietarios de los muchos aplausos que el público ofrece a este proyecto 

La producción de esta nueva versión de la obra corresponde a Eglé Mendiburu, la cual también lleva el mayor peso del trabajo de actuación. Ella es la que más intervenciones tiene, se mete en su papel, su concentración no es rota ni por el calor del improvisado teatro que la hace sudar. 

Junto a ella, con la naturalidad que dan la experiencia y el dominio de la escena, Nancy Roche nos muestra a una hermana soltera pero que no se siente sola, es divertida, está entusiasmada con la vida y es tolerante con los cambios sociales que ve venir. Para ella no todo pasado fue mejor ni todo futuro será peor. (Mérida Cultura).

Las funciones de “Alrededor de las anémonas” son los viernes (9 de la noche) sábado (8) y domingo (7). Los boletos son a $150 pero hay promociones para que obtengas descuentos.

domingo, 3 de mayo de 2015

Drama familiar



 

 

El grupo Teatro MID reanudó temporada con Pato Schhauzer.


Juan Carlos Durán es un joven actor al que le gustan las audacias teatrales. Y las busca en los melodramas, aquellas que por su gran carga emotiva requieren de buenos intérpretes y una dirección experta para conmover al público. En este género teatral no basta un buen guión para tener éxito, se requiere además un delicado trabajo en el escenario para conseguirlo.

A Juanki Durán, nombre artístico que él adoptó, lo vimos actuar en Noches de Parques, obra que aborda el tema de la homosexualidad, y ahora nos mostró sus intentos para ascender a director teatral con Pato Schnauzer, una escenificación que recoge las desdichas de una familia dividida, en particular la de dos hermanos que son obligados por la desgracia a un reencuentro después de nueve años de rencorosa separación.

Teatro MID (abreviación de Mérida) es el grupo escénico con el que Durán montó desde el año pasado Pato Schnauzer, una de las obras más representantas del actor, director y dramaturgo veracruzano Saúl Enríquez, otro joven -35 años de edad- que triunfa en las tablas.  Este último obtuvo mención de honor en el Premio Nacional de Dramaturgia 2013,  fue finalista de la Royal Court Theatre de Londres, y ganó beca del Fonca para una residencia en New York.

El veracruzano, quien desde 2006 radica en Quintana Roo, comenzó su carrera de actor en el D.F., en  2014 debutó como escritor y director y desde entonces sus trabajos han participado y ganado reconocimientos en festivales locales y nacionales de muestras y coloquios teatrales.

Juan Carlos Durán y Teatro MID vienen presentando la obra citada en Tapanco Centro Cultural. Este es uno de esos solitarios y menesterosos esfuerzos al que con frecuencia se somete el gremio teatral local por el incumplimiento de las autoridades culturales en su tarea de impulsar el trabajo de esta rama de creadores artísticos.

En este trabajo el novel director eligió dos elencos para ofrecer esta pieza teatral de tres actores que tienen el encargo de mostrar a un joven escritor en ascenso económico y profesional; al hermano de este, un delincuente incorregible perseguido por la mafia por una deuda que no ha pagado, y el padre den ambos, un hombre que se separa de ellos para formar nueva familia después de la muerte de su cónyuge. El acercamiento entre los hermanos es propiciado cuando el escritor es sentenciado a muerte por una enfermedad incurable.
 
En ambos elencos el papel de padre recae en Miguel Angel Cano, y el de los hermanos se representado, en un reparto, por Andrés Várguez y Óscar Chan “Cocotazo”, y, en otro, por Alejandro Lugo y Ernesto Arjona.

Nos tocó ver al primer elenco, donde observamos a un Óscar Chan firme en sus conocimientos actorales por su experiencia tanto en el teatro regional yucateco como en distintos dramas en los que ha participado.

En Andréz Várquez recayó la gran responsabilidad de proyectar a un joven con luminoso futuro cortado por la cercanía de una muerte inevitable. Es una situación de extrema angustia, dolor e impotencia que pone a prueba al actor más curtido y al director encargado de verificar que se transmitan al público esas emociones.

Miguel Angel Canto tiene un papel secundario, interviene sólo para colocar los trozos de la historia que hacen falta en la narración.

Esta obra, con música de la banda Sigur Ros (rosa de Víctoria, en irlandés), se viene presentado cada domingo en Tapanco Centro Cultural, ubicado cerca del parque de Santa Ana, en el cruce de las calles 47 y 68.  Este día 3 la función será a las 5 de la tarde. Los boletos son a $100. (Mérida Cultura)

lunes, 20 de abril de 2015

Poesía, fraternidad y provocación








 

 

Paco Marín expone de nuevo Gatos Amarillos al juicio del expectador.


Si te gusta la poesía y el teatro entonces acude a ver Gatos Amarillos, un proyecto teatral del director y dramaturgo Paco Marín que regresa en nueva temporada, esta vez en el Centro Cultural Olimpo.

Esa obra, presentada el domingo pasado, combina tres elementos que con frecuencia conviven en el escenario: la lírica, la relación entre hermanos y la presencia sensual y provocativa de una mujer.

Con esos ingredientes se elaboró la dramaturgia de Gatos Amarillos. En ella hay diálogos poéticos, metáforas y frases de mucho lirismo (“Mi soledad no es una cárcel, es un abismo”) salidos de la envidiable pluma de Paco Marín. Hay además dos hermanos que se quieren pero también pelean y se recriminan, como los gatos. Y también tenemos el fantasma de la actriz y cantante francesa Alice Prin, quien falleció en los años 50 y ganó fama por haber sido modelo de fotógrafos y pintores europeos.
A los 17 años de edad ella posó desnuda por primera vez para uno de sus amantes. Se le conoció como Kiki, la reina de Montparnasse, el barrio parisino de bohemios y artistas.

En esta obra los dos hermanos deliran con ella. Pero la ven de distinto modo, y reciben de ella mensajes diferentes. En la escena hay además una especie de hada que abre una ventana mágica que permite ese enlace entre los jóvenes con el espíritu de la artista.

La historia transcurre cuando los dos hermanos compiten entre sí en una cancha de basquetbol. Ahí ocurren las apariciones oníricas y se expresan los sentimientos de los muchachos. Debido a la incorporación de Kiki de Montparnasse en esta historia, la obra comienza con un diálogo en idioma francés, y termina aludiendo a la seductora parisina.

Nos pareció que, si bien hay cinco buenos actores en escena, faltó más esfuerzo actoral o dirección tenaz para que la exposición de los textos no parecieran recitaciones. Esto se observó sobre todo en los dos actores principales, quienes son hermanos en la vida real, Alfonso y Rafael García Medina, el primero de ellos egresado de la Escuela Superior de Artes de Yucatán y quien debutó como dramaturgo en “Días de ira”, obra teatral a cargo de la compañía Caballo Azul, la misma que montó Gatos Amarillos.

Lo anterior dificultó tener claro el argumento y la historia que se quiere plantear. Entre el público hubo quien comentó que perdió el hilo de la trama y por ello le pareció aburrida la función.

Este grupo de actores ha trabajado en otras ocasiones con Paco Marín, son parte del grupo Caballo Azul. También se han lucido en otros trabajos y con otras compañías.

Laura Zubieta es quien encarna a la Kiki de Montparnasse en decadencia, la actriz acabada por los años y el alcohol. Zubieta es una profesional que ha hecho drama, melodrama y comedia. En esta ocasión también le toca cantar. 
Ella pisa con dominio cualquier escenario, puede hacer reír en una tanda de teatro regional yucateco, o bien generar sensaciones y reflexión en otros géneros, como ocurrió con “Mestiza Power” y “Después del Eclipse”, dos obras de la dramaturga Conchi León en las que intervino.  

A su vez, Andrea Urban, quien es actriz y bailarina, representó a la Kiki juvenil, provocativa y sensual.
El estilizado cuerpo de esta profesora de danza contribuyó a proyectar el voluptuoso papel que le correspondió. 
Entre las últimas intervenciones que Andrea Urban ha tenido en danza está “Historias inasibles”, que dirigió Tatiana Zugazagoitia. En teatro ella ha participado en “Habitar-es”, “Días de ira” y “Asesinado por el cielo”.

Randia Escalante, la tercera actriz en escena, es licenciada en Teatro por la Universidad Veracruzana, donde egresó con mención honorífica. Comenzó su carrera en 2011, desde entonces no sólo actúa sino que también ha dirigido obras y escrito algunas. Se ha presentado en Veracruz y el Distrito Federal.

La obra Gatos Amarillos seguirá en cartelera todos los domingos a las 8 de la noche en el Centro Cultural Olimpo, excepto el día de las elecciones. Los boletos son a $50 y $25. (Mérida Cultura)