Película llevada al teatro con singular planteamiento
Pocas veces
vemos en Mérida la temeridad de montar
una obra teatral de dos horas y media de duración pues se requiere mucha
audacia para exponerse a que el público se canse y abandone la sala antes del
final de la presentación. Para salir indemne de esa intrepidez son necesarios
un argumento atrayente, actores aventajados, una ambientación laboriosa y un
director sin arrogancia, más cercano del público y conocedor de los
encantamientos escénicos para usarlos en favor de su trabajo.
Miguel Angel Canto |
René Avila |
Al material actoral se agregó una sugerente escultura de Cristo crucificado
que sirvió de elemento escenográfico y al mismo tiempo formó parte de una
estructura metálica sobre la cual se desarrollaron segmentos de la trama.
Crucetas de madera y ramas secas completaron
la escenografía.
Se recurrió a un televisor para proyectar los nombres de los
11 cuadros en que se dividió la obra y mostrar la traducción de la defensa
que el sueco Bergman hace de su trabajo
en ese filme y las ideas filosóficas que plantea en los diálogos de los
personajes. Parte de obra –así lo entendimos- consistió en semejar aspectos del
rodamiento de la cinta.
Rebeca Guerrero |
Luis Yamá planteó este drama psicológico recurriendo a
simbolismos y elementos del teatro mágico. Combinó destrezas actorales con
impactos visuales. Su planteamiento estético no es convencional, las alegorías
son abundantes.
El protagonista central, el pastor protestante, nunca aparece
con sotana, se presenta siempre con el
torso descubierto. Un afligido feligrés al cual el ministro no puede ayudar, ocupa la escena
también con el torso al descubierto y manchado, se arrastra para expresar sus
tormentos que lo llevan al suicidio. Otro más que aparece sin camisa es el
jorobado sacristán con un crucifijo en
el cuello, quien habla al final de la
obra exponiendo planteamientos sobre la existencia divina.
Otro personaje más es u sacerdote alejado de su misión
evangélica y consumido por el materialismo al que debe oponerse. Este es
mostrado bailando, contando su dinero y haciendo compras en Liverpool.
En este montaje participan 16 personas, dos de ellas
sentadas entre el público, otros más son auxiliares o actores secundarios, entre ellos un niño. El trabajo central recae
en menos de la mitad de ese amplio elenco.
En esta obra hay imágenes impetuosas y cuadros palpitantes
pero hay momentos en que decae la fuerza, las debilidades son
inocultables, surgen confusiones sobre
el argumento. Para quienes gustan del teatro conservador habrán salido sin
grandes emociones después de ver esta obra que marcha sobre el riel de la
escena contemporánea, aquella donde el poderío del actor se mezcla con recursos
de todo tipo para semejar ambos una ola
con su espuma: son independientes pero
viajan juntos hasta disiparse ante la playa del espectador.
Amilcar Barrera |
También vimos a René Avila, integrante del grupo teatral Par
64 y con trayectoria suficiente que ya
le dio formación sólida; Rebeca Guerrero, española con gran actividad local
pues es requerida por sus capacidades
actorales; a Raúl López, quintanarroense, con estudios en Cozumel y ex integrante del grupo La Fragua,
y Amilcar Barrera, poseedor de una técnica pulida en 15 años de trabajo en
obras de distintos géneros. En el cartel publicitario de este proyecto se
menciona también a Elizabeth Pisté, Gerardo Molina, Rosi Estrella y Alejandro
Castolo.
Esta obra se estrenó en octubre pasado y su última
presentación fue el pasado sábado 6, en
el Foro Alternativo Rubén Chacón. Por fortuna, logramos asistir a esa última
función (Mérida Cultura)
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