domingo, 29 de abril de 2018

Insuficiente trabajo en el montaje de histórica obra, ofrecida ante público especial


Entretenida, así resultó la presentación de “Diego, El Mulato”, una dramaturgia del escritor yucateco José Antonio Cisneros, estrenada en 1846 y que desde entonces no había sido puesta de nuevo en escena.

El montaje actual estuvo a cargo de la Escuela Superior de Artes de Yucatán.  Fue presentado este sábado  28 en el Teatro del IMSS para clausurar el Coloquio Nacional Pensar la Escena 2018, organizado por esa casa de estudios.

En su tiempo, esta obra escrita en verso seguramente habrá causado gran impacto entre los espectadores. Es una tragedia amorosa sobre un tema recurrente en la literatura: la unión imposible de dos jóvenes que se atraen apasionadamente y  que termina con la muerte de uno de ellos. 

Esta escenificación se disfruta por el poderoso dominio del idioma y creatividad literaria del autor. La obra invita a leer el texto para saborearlo más. 

La forma en que aquella fue presentada ahora pudo ser más rica e interesante, sobre todo al considerar la circunstancia de que transcurrieron 171 años antes de que se hiciera un nuevo montaje. 

Además, la producción estuvo a cargo de la ESAY, no de una de tantas  compañías independientes regionales que, por falta de apoyo oficial, luchan con sus propios, magros, recursos económicos para ofrecer su trabajo. 

A ello se agrega que la pieza fue preparada para clausurar un evento nacional. No fue proyectada para una temporada común. Además, se presentaría ante un público especial y conocedor,  parte de este provino del interior del país, arribó para participar en el coloquio.

Un sector de los asistentes a esa función son estudiantes de teatro así  como actores y directores de escena locales.

¿Cuántos de ellos se habrá preguntado si esa escenificación cumplió o no los cánones discutidos durante el coloquio nacional ya citado? 

En esta nueva versión de “Diego, El Mulato” No se invirtió en escenografía, se recurrió a proyecciones para ambientar las escenas. 

Y el vestuario fue mínimo, exiguo, casi improvisado. Esto impidió remarcar la personalidad de uno de los personajes centrales: el brutal y temido filibustero El Mulato, quien, en el relato, hace otro desembarco de ataque en la entonces villa de Campeche, y saquea y mata en medio de disparos, espadas, sangre y fuego. En el público hubo quien no recoció inmediatamente al personaje  cuando subió a escena. 

En otros momentos de la obra escuchamos reír a espectadores ante pasajes que no son cómicos sino dramáticos o de profunda emotividad.

Otro elemento que distrajo fueron los tiempos para cambios de escena, muy prolongados, rompieron el ritmo. Dejaron que  el público se distrajera, se perdió el interés. 

Ante la escasez de recursos para realizar la producción, imaginamos a la directora del montaje, Xhail Espadas,  recurrir a mucha habilidad e imaginación para contrarrestar las carencias y ofrecer el mejor trabajo posible.

Esta dramaturgia es importante por varias razones: fue escrita por autor yucateco, es considerada histórica porque es la primera de esta parte del país que abordó un tema regional y, además, en ese tiempo fue puesta en escena profesionalmente. 

La buena interpretación de varios integrantes del elenco recompensó esas limitaciones. Entre los nueve actores participantes los hay con carrera y trayectoria reconocida, capaces de remontar mares más agitados que los que  azotan el casco de embarcaciones piratas. 
De ellos deben aprender otros integrantes del reparto, a los que faltó voz y presencia. 

Los personajes principales  -el marino y su amante- quedaron en manos de una pareja que ya había actuado juntos y en papeles de pareja enamorada: Glendy Cuevas y Jair Zapata, ambos profesionales de las tablas. 

Otro participante es Teo Fores, director de la compañía Títere Planet, quien mostró tener dominio en el drama y no sólo en el teatro infantil. 

Juan Ramón Góngora es otro artista participante, no necesita mucho tiempo en la escena para recoger  aplausos con su trabajo y voz. 

También participaron Guadalupe Quintal, Joaquín de la Rosa, José Luis Kumí, Francisco Kantún, Waldo Vega y Miriam Chí. 

En atinada decisión, el montaje fue ambientado con música en  el foro a cargo de tres ejecutantes: Miguel Solís (guitarra), Sian Ka’án Flores (percusiones) y Juan Carlos Cortés (trompeta). 

Ignoramos si se repetirá esta presentación. Desearíamos que, si esto ocurre, las autoridades asignen mayor presupuesto a la ESAY para este montaje y otros trabajos más de ese tipo que se elaboren más adelante. Cada mes, los contribuyentes aportamos unos $3,000 millones de impuestos al erario estatal. Que algo de esto se destine al arte y la cultura.

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